8 Sep

DJEBEL GHAT, LA MONTAÑA SAGRADA DE LOS BEREBERES

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Marruecos es un país de montañas, de esto no cabe duda. Y, de entre las montañas de Marruecos el Atlas en toda su extensión es un mundo de exploración apasionante. Las diferentes cadenas en las que se divide la propia cordillera, los grupos y subgrupos conforman un territorio inabarcable y siempre fuente de nuestra imaginación para seguir recorriendo y disfrutando de un montañismo de “exploración” difícil de realizar en otras cordilleras más conocidas.

En uno de mis viejos libros de montaña había leído una breve reseña sobre una montaña sagrada, un lugar remoto en los confines del Alto Atlas Central, cerca del Ait Bougamez y en el interior del país Ait Bouwli, en el corazón del mundo bereber por excelencia, entre históricos valles y altos pasos, rodeados de gargantas descomunales como la Tasawte. Había llegado pues el momento de partir, la hora propicia. Esta vez me acompañaba un buen colega de otras aventuras y “africanista” de pro, Franqui Souto, veterano “artillero” con el que he caminado por muchos y perdidos caminos de Marruecos.

Montaña Refugio

En los alrededores del Djebel Ghat, en el histórico paso de Tizi N´Tirrist, se encuentran grabados en la roca numerosos dibujos y símbolos. MARRUECOS DJEBEL GHAT 011 031Hacen referencia al sol, a caballos y a caballeros, a lanzas y armas y también a extrañas figuras en forma de discos. Están esculpidas en la roca dura y hermosa de la montaña. Cuenta la historia que hace cinco mil años numerosos pastores saharianos abandonaron la riqueza del Tassili, por áquel entonces, las lluvias cada vez menos abundantes se convirtieron en irregulares, las fuentes se secaron y los ríos desaparecieron tragados por las arenas saharianas. Entonces, a la búsqueda de nuevos pastizales y de nuevas tierras fértiles las tribus saharianas emprendieron un viaje hacia el norte hasta llegar aquí, a un nuevo refugio. Parece que éstos describieron en su lenguaje a través de los dibujos en la roca las escenas de la llegada a este lugar.

Montaña Santuario

Ahora todavía cada año por el 20º día de “Smain”, en la mitad del verano, una peregrinación tiene lugar en el Djebel Ghat. La gente del lugar, bereberes provenientes de muchos pueblos de los valles circundantes, suben en grandes grupos hacia las alturas de la montaña. Vienen a implorar para que no haya sequías, interceden ante sus santos y protectores del Islam ortodoxo, más es posible que los orígenes se remonten sin ninguna duda a la época de los grabados del Tizi N´Tirrist: la montaña, símbolo del agua, de la hierba y de la fecundidad.

MARRUECOS DJEBEL GHAT 011 033 Abandonamos la cómoda autopista que une Casablanca con Marrakech a la altura de Ben Guerir y proseguimos por el Marruecos profundo a través de El Kelaa de Sraghna buscando las primeras elevaciones del Atlas Central hacia Demnate. A partir de aquí comienza el Atlas en serio. Tras el llamado “puente natural” de Imi N´Fri tomamos una carretera asfaltada, de las pequeñas carreteras asfaltadas hace relativamente poco tiempo, que nos lleva hacia Ait Blal adentrándonos en el soberbio paisaje atlante. A partir de esa población desaparece el asfalto y una pista nos lleva a través de zonas muy escarpadas. Estamos subiendo un amplio puerto de montaña cuando la noche nos cae encima. Tras el puerto y con noche cerrada seguimos la pista en bajada hacia no sabemos dónde pues andamos un poco despistados. Vamos en busca del pueblo de Abachkou pero con la noche oscura se hace difícil proseguir al encontrar otras pistas que cruzan la principal. Por suerte tenemos algo de cobertura de móvil y llamamos a Mohamed, el propietario de la Gite hacia donde nos dirigimos, y éste nos da las indicaciones oportunas. Lejos han quedado nuestros primeros tiempos de exploración de estas montañas, cuando no había teléfono ni electricidad en cientos de kilómetros a la redonda y el asfalto apenas cubría algunas carreteras principales.  Llegamos a Abachko muy cansados y con los cuerpos “motorizados y temblantes” después de más de trece horas al volante.

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Desayunar en la terraza del albergue, sobre los refrescantes huertos de Abachko no tiene precio. Hasta ahora, el tiempo climatológico se había mantenido. Es más, en días anteriores a esta semana santa tardía había hecho incluso mucho calor. Pero, curiosamente y mientras desayunábamos vi cómo comenzaban a aparecer algunas nubes inquietantes.

Aparece Mohamed, el mulero/guía que nos va a acompañar en el periplo programado de cinco días. Parece que no cabe todo el equipaje en una mula y buscamos rápidamente a otro mulero. Comenzamos a caminar por el feraz valle, el día, de momento está soleado y bonito y grandes nubes algodonosas cuelgan del cielo, el perfecto cielo del Atlas. Vamos remontando el valle y pasando por pequeños pueblecillos y mientras esperamos a que llegue el segundo mulero aprovechamos para tomar un té en casa de Mohamed. Después, la ruta comienza a subir y remontamos un amplio valle aluvial. Un Tighremt en ruinas se recorta altivo sobre un promontorio que domina el paisaje. Los Tighremt son los restos silenciosos de antiguas fortalezas que servían para almacenar el grano y las propiedades más valiosas en tiempos convulsos y guerreros. Detrás de nosotros y en la medida que ascendemos vemos a lo lejos los primeros contrafuertes de la salvaje cadena del Mgoun decorada con la nieve de la primavera avanzada. Corre una ligera brisa fresca que más tarde se convierte en un viento fuerte y como tal, algo desagradable. Encaramos una fuerte subida hacia el paso de Tizi N´Tirrist y cuando llegamos a lo alto (2.400 metros) aparecen unos grandes nubarrones de donde se descuelga un poco de aguanieve. El collado cierra el alto valle de Ait Bougamez por el oeste. En lontananza se suceden los paisajes rojos, ocres y verdes, tonos cálidos y refrescantes que forman parte del colorido natural de este valle. En lo alto del puerto se encuentra la casa del vigilante. Este hombre es el encargado de proteger los curiosos “Petroglifos”, (grabados) que sobre unas amplias lozas de piedra se encuentran justo en lo alto del puerto. Algunos dibujos representan escenas de gente a caballo, otras figuras parecen soles, algunos dibujos geométricos y circulares de curiosas formas le hacen exclamar a Franqui: “ ¡killo, esto es un ovni!”.

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Nos refugiamos del viento en el chamizo y tomamos un refrigerio a la vez que unos cuantos tés. “Nuestro” Mohamed es muy aficionado, como casi todos los bereberes, a tomar té casi constantemente bebiéndolo muy caliente y sorbiendo para no quemarse. Un viento fuerte y frío del oeste nos acompaña mientras bajamos hacia el amplio valle donde se asienta Tarbat N´Tirsal. A la izquierda divisamos toda la cadena del Djebel Ghat. De cuando en cuando se escapa un rayo de sol entre los negros nubarrones y llena de luz el amplio valle en donde el verdor de los pastizales de altura, los cultivos y las arboledas resaltan entre los colores rojo, ocre y marrón  de la tierra. Grandes sabinas de troncos retorcidos y viejísimas encinas cubren espaciadas algunas zonas de la montaña mientras entre los huertos observamos en flor los clásicos manzanos del Atlas. Los viejos nogales exhiben sus nuevas hojas verdes y el paisaje resume toda la belleza del Atlas.

Traslado al siglo XXI

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Por el camino voy observando los recién instalados postes que van a llevar la electricidad al valle. En los últimos años el gobierno de Marruecos se ha empleado en una tarea gigante, llevar la electricidad a todos los rincones del Atlas. Primero, se empezó asfaltando gran parte de la red de pistas y carreteras de tierra  y después en la apertura de nuevos trazados para llegar a pueblos donde hasta ahora sólo se podía acceder a pie o en caballerías. Luego han venido construyendo las infraestructuras para llevar la luz a los poblados. Así, pueblos que secularmente permanecieron aislados durante siglos han entrado de lleno en el siglo XXI. En muchas de los tejados de las casas encontramos antenas parabólicas que conectan estos pueblos con el otro mundo. Esto puede estar bien y parece que es la vía razonable al futuro. Pero, con ello, también están llegando  nuevos problemas. Los cientos, miles de niños y jóvenes que habitan estos pueblos  han entrado de lleno en esa otra sociedad a través del ojo parabólico. De seguro que en poco tiempo intentarán buscar su futuro en Casablanca, Beni Mellal, Rabat o en Europa. El frágil sistema de vida de los bereberes basado en antiguas formas de subsistencia desaparecerá y con ello el despoblamiento estará asegurado. Con el asfalto han llegado también otros problemas, basuras y plásticos, envoltorios y latas se hacinan en las calles de los pueblos y la armonía del paisaje se ve truncada. Si estos pueblos tienen algún futuro de seguro que será a través de la potenciación de sus valores, de su cultura, de la agricultura de montaña, de los recursos naturales, del turismo de naturaleza y de montaña. Para ello, además del asfalto y de la electricidad hace falta la urgente llegada de servicios, de educación… ¿se podrá hacer esto aquí?

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Absorto en mis pensamientos, en recordad mis primeros días de correrías atlantes y en intentar adecuarme a  los nuevos tiempos, apenas me he dado cuenta de que llegábamos a las primeras casas de Tarbant. Después de una jornada de seis horas llegábamos a una casa del pueblo que suele acoger a gente como nosotros. No se trata de una gite al uso pues los servicios son muy básicos. Pero, para nosotros, era suficiente, una acogedora habitación con alfombras y divanes y un cuarto auxiliar donde instalar la cocina. Las nubes han comenzado a cubrir el cielo definitivamente y parece que la borrasca ha venido a instalarse. Un tajine con algo de pollo nos recupera de nuestro esfuerzo y vamos al saco.

Amanece encapotado y después de una noche de lluvia la temperatura ha bajado sensiblemente. Por un instante veo el Djebel Ghat con una nevada reciente cubriendo todas sus laderas. Desayunamos y salimos a la puerta. Llueve ligeramente, nos replanteamos la jornada. Comentamos con Mohamed la posibilidad de aguantar aquí un día. Pone cara de complacencia, a los marroquíes nunca les ha hecho gracia salir con mal tiempo, es algo que pienso y que me remonta a otras aventuras aquí vividas. Mohamed, además, parece una persona muy sensata, se ve que conoce el terreno y  nos propone diferentes alternativas. Damos una vueltecilla por la zona y recorremos los alrededores del pueblo: niños, pájaros, agua que cae por las acequias, el ronroneo del motor de un viejo camión Bedford que llega en su visita semanal a la zona. Gente que baja al encuentro del camión con sus mulas para aprovisionarse de harina, cebada para los animales, bombonas de gas para los que tienen cocinas…, un punto de entretenimiento en la tranquilidad secular del valle. Comienza a llover con fuerza y regresamos a la gite. Unos perros muy fieros me enseñan los dientes y unas niñitas, percatadas de ello, los mandan a callar: “chus chus…” Tomamos unas “sardines” en lata y unos tés. Dormitamos tapados con dudosos cobertores, hace frío y no para de llover, no se escuchan pájaros…, la tarde está gris. Franqui intenta sintonizar alguna emisora con mi pequeño transistor…¡milagro!, la voz del locutor de radio popular de Jerez relatando sobre las cofradías de semana santa se cuela entre otras sintonías, pronto se pierde. ¿Cómo ha podido llegar hasta aquí?. Preparo la cena, Mohamed me consigue unos huevos y con algunas verduras y tomate preparo un pisto, sobre éste y cocinando lentamente en un tajine de barro sobre brasas cuajo unos huevos que aderezo con “Ras el Hanout”, la singular mezcla de especias del norte de Africa…, nos chupamos los dedos.

Adios a la borrasca “invernal” de primavera

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Se ha llevado toda la noche lloviendo, cada vez que me despertaba oía el chorro desprenderse de la canal hacia el suelo. Me levanto al nuevo día y salgo a la calle de Tarbant. El lodo y el barro rojo invaden todo el pueblo, los cielos siguen encapotados pero ahora, afortunadamente, no llueve. Camino unos metros y me vuelvo para ver el macizo del Djebel Ghat, las nubes están altas y puedo ver cómo una gran nevada cubre gran parte de la montaña. Las nubes juegan con los montes pero no acaban de rasgarse, no sabemos cómo van a progresar. De  momento desayunamos un exquisito pan redondo de rica masa humeante, aceite de oliva de Marruecos, mantequilla, té y café. Suena el móvil de Mohamed. Nos llama el otro Mohamed, el propietario de la gite de Abachko, para darnos la previsión del tiempo. Todo un detalle. ¡Cómo cambian los tiempos!. Nos da una buena noticia, la situación meteorológica  va a evolucionar en mejoría siendo la previsión para mañana de buen tiempo. Lo preparamos todo y nos salimos a los caminos embarrados, volvemos en dirección al puerto de Tirguist para desde allí y por un camino zizageante ganar la cuerda de la montaña. Subimos y ya vemos Tarbant en la lejanía, el conjunto de casas es más bonito y armonioso desde lejos. Pasamos por otro pueblo, fotografío algunas puertas para mi particular “colección” de puertas del Atlas.

MARRUECOS DJEBEL GHAT 011 002Mohamed se detiene en una minúscula tienda para comprar tabaco y el dueño nos invita a té y a más pan con aceite de oliva de intenso color verde. Ahora llueve a ratos y de cuando en cuando cae un poco de aguanieve, ¡qué trabajo le cuesta marcharse a esta borrasca “invernal” de primavera!. Llegamos al puerto y cogemos un amplio camino de mulas en dirección a la cresta. Este camino da amplias lazadas y sube constante. Niebla y nieve a ratos. Ganamos las zonas altas y el terreno se suaviza. Encontramos un refugio de pastores donde Mohamed y Hussein de nuevo se afanan en preparar un té que acompañamos con las socorridas latas de “sardinas” de la costa de Marruecos. Hussein es joven, apenas calculo, que tendrá veinte años. No conoce ninguna palabra de francés y dadas las veces que le veo rezar parece que se trata de un “buen musulmán”. A Mohamed no lo veo rezar. Mohamed es más Guía que mulero. Hasta ahora nos ha planteado buenas alternativas dado el mal tiempo reinante y ha sabido improvisar y llevar muy bien todo el desarrollo del recorrido. Cae nieve a ratos, no acaba de abrir. Seguimos la amplia cuerda y a través de un paisaje calcáreo por donde no es fácil progresar. Atravesamos algunos “laberintos” de roca, pequeños “torcales”, ahora luce el sol a ratos. Al fondo, muy al fondo, parece vislumbrarse por unos momentos la cima blanca del Djebel Ghat y hacia el sur un amplio macizo nevado que parece el Mgoun. Encontramos unos amplios prados de verde hierba salpicados de nieve. MARRUECOS DJEBEL GHAT2 2011 043

El lugar está rodeado de roquedos y cavidades en donde los pastores de verano han construido algunos apriscos, aquí nos vamos a quedar. Sobre los 2.900 metros aproximadamente instalamos las tiendas en un confortable prado junto a unos abrigos de roca que  nos sirve para instalar la cocina. Se han abierto grandes claros y poderosos cúmulus nimbus escalan hacia el cielo engrandeciendo el paisaje. Tomamos café y el sol que nos calentaba es engullido por una poderosa nube negra. Ahora descarga granizo con fuerza. Nos acomodamos en “la cocina” protegiéndonos de un viento helador. Nuestros “Mohameds” han recogido algunos matojos y raíces secas para hacer fuego en el mismo lugar de la “cocina”. Ahora, parece un paraíso humeante. Hago sopa, descorchamos una botella de “Rioja” y Mohamed nos solicita un vasito. –“Sólo bebo en la montaña” – nos dice.  Me dispongo a preparar una sopa que nos caliente y un arroz con verduras. Echamos un rato de tertulia animada y comienza a nevar con fuerza. Voy tiritando al saco, no para de nevar.

Nos levantamos a las cinco de la mañana, hace frío pero el cielo está raso. Buena parte de la noche se la ha llevado nevando y el paisaje está cubierto por un amplio manto blanco.

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Mohamed prepara té y apenas engullimos unas galletas. Le prestamos unas polainas y unos guantes y nos vamos. Vamos siguiendo el curso de un arroyo seco y al poco nos adentramos en una garganta. Entramos por ella y salimos a unas zonas altas que forman un paisaje kárstico de difícil orientación. Mohamed va abriendo una buena ruta y a veces, incluso, se ven algunos “hitos” que señalan el recorrido. Después de unas dos horas de ascensión por este roquedo parece que nos ponemos debajo de lo que es la cuerda que  nos va a conducir a la cima del Djebel Ghat. La ladera aparece reluciente de nieve cuando los primeros rayos de sol comienzan a acariciarnos. Mohamed va abriendo huella y en una hora nos plantamos en la arista. Descansamos un poco, Mohamed se echa un cigarrito, fuma demasiado. Seguimos la arista, bajamos un poco y volvemos a ascender coronando algunos resaltes hasta alcanzar la cima del Ghat, de 3.820 metros.  Panorama soberbio, al otro lado la montaña cae a pico centenares de metros hacia el alto valle de Ait Mallal. Frente a nosotros se alza desafiante otro de los colosos del Atlas, el Djebel Tigonusti, de 3.797 metros, una montaña hermosísima y de dimensiones colosales. A la izquierda aparece todo el grupo del Mgoun, con sus numerosas cimas y montañas satélites. Todavía, y cerrando el panorama por el este, aparece flotando sobre nubes y por encima del Ait Bougamez la pirámide blanca del Djebel Azourki.  Sin duda, una de las más hermosas vistas que se pueden contemplar en el Atlas. El día está perfecto. Hace frío pero no hace viento y hermosas nubes blancas juguetean con cimas y valles. Abrazos, fotos, recuerdos de otros montes del Atlas, recuerdos de una vida ligada a estas montañas. Nos vamos bajando a placer por las pendientes nevadas para tras recorrer de nuevo el “laberinto” de rocas llegar a nuestro calentito campamento. Hussein, siempre sonriente, nos tiene preparado un té.

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Da pena dejar el campamento, la tarde está soleada y calentita. Aún tenemos que ascender un collado por encima de los tres mil metros para posteriormente comenzar a bajar. El sendero está complicado para las mulas, Hussein y Mohamed titubean un rato pues parte del camino está barrido por la lluvia y la nieve del invierno. Se buscan la vida como pueden pero como excelentes muleros que son van progresando valle abajo. Bajamos y bajamos, divisamos los primeros prados y huertos del alto valle de Ait Mallal, por fin llegamos a la cabecera del valle. Da alegría escuchar el rumor del agua a su paso por las acequias y descansar la vista con el color verde. Pronto llegamos a las primeras casas, de una casita cercana y a la sombra de un nogal gigante unos niños cantan oraciones lanzando al aire sus plegarias. La escena produce beatitud al caminante y es, sin duda, el lado amable de la religión. Se trata de una escuela coránica –nos dice Mohamed-. Seguimos bajando entre casas, huertos y plantaciones de manzanos en flor, su olor exquisito nos reconforta. Seguimos un poco más, llevamos casi doce horas caminando. El valle, este alto valle de Ait Mallal, con sus huertos en bancales, sus casas de piedra, sus grandes nogales, sus árboles frutales y lejos de cualquier sitio es la imagen más bucólica de la armonía de la montaña atlante y esto nos reconforta. Han sido cinco días más de nuestra vida por los caminos de “Idrarem Darem”, las “Montañas de las Montañas”.

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FAUSTINO RODRIGUEZ QUNTANILLA

 

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