En aquélla ocasión, la aduana de la República Islámica de Pakistán nos requisó nuestras pocas botellas de vino y whisky. De esto hace algunos años, pero ya apuntaban maneras. Por ello, cuando llevas más de un mes subiendo y bajando montañas y mascando el polvo en algunas de las rutas más remotas de la Tierra tu gaznate y tus sentidos agradecen un poco de vino rancio, no había duda, habíamos llegado al país de los Kafires, al Kafiristán, la “tierra de los infieles”. Un enigma para antropólogos e historiadores, los Kafires han permanecido durante siglos aislados en estas montañas.
No son unas montañas cualquiera, aquí se mezclan el Hindu Kush, el Pamir y el Karakorum. Esparcidos por angostos valles, varias comunidades preservan una raza de hombres y mujeres esbeltos, muchos rubios y de ojos azules.
Antiguas leyendas aseguran que los Kafires descienden de una legión de los ejércitos de Alejandro Magno perdida en una de sus expediciones. Adoran a Iskander (Alejandro) el gran guerrero que vino de occidente, practican una religión tradicional donde perviven elementos de la mitología griega. No se han mezclado con sus vecinos musulmanes y las mujeres son independientes a la vez que se visten con vistosos trajes de vivos colores. Llegaron a resistir todas las invasiones, incluidas la expansión del Islam durante el siglo VIII.
Por ello, nos sentíamos a gusto en la perdida aldea de Bumburet, rodados de niños juguetones, viejos curtidos por el sol, mujeres curiosas y hombres recios que nos ofrecían vino de cepas cuidadas por ellos desde hace siglos. Un momento para el respiro después de la “presión” a que estás sometido cuando haces un viaje por las montañas del rígido Pakistán.
Días más tarde, lejos ya de mi querido “País de los Kafires” un policía pakistaní me volvió a requisar una botella de vino turbio que me había regalado mi amigo Amir. Ni yo tengo remedio ni los pakistaníes tampoco, pensé contrariado ante la cara chulesca y grosera del esbirro policía confiscador.
El esbirro sonreía ampliamente mientras el zumo de uva se desparramaba. En aquella época no era fácil llegar al País de los Kafires. Hoy es prácticamente imposible. Los Kafires están viviendo terribles momentos que están poniendo en peligro su propia existencia. Las hordas de “talibanes” y la poca comprensión de las autoridades del Pakistán machacan con saña a unos hombres y mujeres que fueron libres.
Montañas del Hindu Kush. País de los Kafires. (Pakistán) Octubre de 1990.
Texto y fotos © *: Faustino Rodríguez Quintanilla
(*excepto la foto de la pareja de mujeres que proviene de un banco de imágenes)