El clic del interruptor no tiene consecuencias. No se hace la luz. Son las cinco y diez de la madrugada, del día 4 de junio del 2010. El desayuno está fijado a las cinco cuarenta y cinco, y la salida a las seis y media.
La noche ha sido casi insonora, cosa rara en un grupo de 28 personas agrupadas en un dormitorio del refugio Les Mouflons. Más que dormir, hemos descansado. Estábamos expectantes, con ese punto de tensión que precede a la ascensión de la alta montaña.
Nos movemos en la penumbra, buscando las linternas frontales. Los sonidos de los pliegues de los sacos de dormir, bolsas y mochilas se mezclan con breves salutaciones. Nos asomamos a la ventana, el día está despejado y el viento sopla del sur, tendremos buen tiempo.
La harina y el tallín de la noche anterior están en el recuerdo, por lo que tenemos hambre. El café, el té verde, las pastas, etc., nos ponen las pilas.
En el exterior del refugio se forma el grupo, que comprende a los de Azimut y a los cinco amigos vascos. En cabeza va Hassan y cerrando, Khalla, los guías, junto a varios muleros que nos acompañan para los imprevistos.
Tras la primera cuesta, el cruce del torrente Assif-n-Issougouane y el paso del primer nevero, se forman tres grupos. Cada uno de ellos a su velocidad de crucero. Las rampas son fuertes y la adherencia en muchos momentos no es buena, así que hay que ir con cuidado.
Tras sortear unos contrafuertes, tomamos el valle del Ikhibi en dirección del Tiza-n-Toubkal (collado sur del Toubkal), en lo más alto de lo que fue un valle glaciar. Se alternan las rocas, las arenas y los neveros en la subida. La cosa se pone ardua y se piensa que la bajada puede ser más compleja.
Nos encontramos con varios grupos, entre los que destacan uno muy numeroso de Toulouse (Francia) y otro más reducido de Corea. Así que el “salam malecum” (la paz sea contigo), el “bonjour” y el “hello” no dejan de oírse. Coreano no sabemos.
Descansamos un poco por debajo del Tizi, llevamos unas 2,30 horas de subida, y tomamos algún alimento para el último ataque a la cima. Ésta es muy seductora y no se deja ver hasta el final.
El resto hasta el pico son rampas y crestas. Nos animan los que bajan. Vamos bien, ya sabemos que está cerca la meta. Allí está el vértice geodésico metálico con forma de pirámide. Ya han llegado algunos, los muy … Nos abrazamos para celebrar la culminación, y algunos brindamos con agua de fuego. Estamos en el Toubkal (La tierra más alta que las demás)
Un poco más serenos somos capaces de contemplar a los otros colosos que tenemos enfrente: el Ras, el Timesguida (Mezquita),… Magníficos.
Hemos tardado desde que salimos del refugio entre 3 y 4 horas. El desnivel, casi 1000 metros. Las máquinas fotográficas no paran. ¡Eh, la foto de familia!
En la bajada algunos hacen el tobogán en los neveros. Comeremos en el Les Mouflons, cada uno de lo suyo, excepto los que más saben, que se han traído su cocinero y les está preparando un cuscus.
Después de comer, iniciamos la vuelta a Imlil. Mucho más tranquila esta bajada que la que hemos hecho esta mañana. Cierto es que tiene un buen desnivel poco antes de llegar a Sidi Chamarouch. A lo largo del recorrido hay distintos puestos con bebidas y zumos de naranjas naturales.
Poco antes de llegar a Around nos sumergimos en un bosque de nogales que no abandonamos hasta llegar a Imlil (el pueblo blanco)
En esta parte del camino, desde el refugio hasta Imlil, nos cruzamos con gran cantidad de animales de carga (mulos). Es un espectáculo ver cómo toman las curvas del camino.
Después de despedirnos de los muleros, tomamos los microbuses que nos llevan hasta Marrakech. Tomamos posesión de las habitaciones del hotel y, rápidamente, a cenar.
El restaurante, en la Medina, tiene música en directo (La tarara sí, la tarara no…) Confraternización y entrega de diplomas. Para el recuerdo de unos días inolvidables.
La verdad, parece un cuento, pero ha sido un cuento de verdad.
Agradecimientos:
A Alventus, con Faustino, Isabel y Federica, por lo bien que han programado y gestionado el evento,
A los Guías, Khalla Boudrik y su primo Hassan, un diez. No se puede hace mejor,
A Fernando Linde, el Tesorero, que nos ha conducido por la senda del buen gastar,
A los socios y simpatizantes de Azimut que han participado en este Viaje, que no quiero citar para no olvidarme de nadie, pero que ellos saben que “esto” no hubiera sido posible sin ellos. La despedida de Málaga la tenemos que repetir. Un abrazo para los boquerones.
A Raquel, Rosa y Mariel, por el banderín,
A Paco Cobo, Esperanza y Ángel Luis, que le dieron forma a los diplomas.
ASÍ LO VIVÍ YO. SE QUEDAN MUCHAS COSAS EN EL TINTERO PERO ES MEJOR NO CANSAR AL LECTOR.
Paco Alonso Dávila