Archivo de la categoría ‘Una imagen, una historia’

24 Oct

EL SUEÑO DE LAS CIMAS. CUMBRE DEL BISAURIN. PIRINEO DE HUESCA.

Cuando preguntaron a Edmund Hillary, el primer hombre, junto con el Sherpa Tenzing Norgay, que alcanzó la cima del Everest; ¿por qué subió usted al Everest?- el afamado alpinista contestó, quizás probablemente cansado de tan prolijas averiguaciones, – «pues, porque está ahí».

A nosotros, los que tenemos esa manía de subir montañas nos preguntan demasiado a menudo lo mismo. Y, si alguno de vosotros está pensando en preguntar yo, modestamente, añadiría, «mira, mira esa foto, por eso subimos montañas».
Ese «paseo por las nubes» lo hicimos hace varios inviernos. Estando en la cima del Bisaurín, un pico atalaya excepcional sobre el Pirineo, apareció emergiendo al final de la arista somital un montañero que, como nosotros, estaba disfrutando de la ascensión. Su diminuta figura se recortó sobre los abismos y le dio toda su grandeza al paisaje sobre la cadena axial. Aunque mis dedos estaban agarrotados por el frío, el termómetro marcaba en ese momento once grados bajo cero, pude disparar en el instante preciso. Al fin y al cabo, ¿no es eso la fotografía? (Diciembre de 2010, Bisaurín, Pirineo de Huesca)

Faustino Rodriguez Quintanilla (C) Texto y foto.

 

21 Oct

HUYANA POTOSI, LA MONTAÑA DE CRISTAL.

Toda la noche ha rugido el viento y ha estado nevando. A la una de la madrugada nos llama Evaristo, nuestro guía de alta montaña. Evaristo, de rasgos inequívocamente andinos, pertenece a una raza de jóvenes andinistas bolivianos que han aprendido las técnicas de montaña en las recién creadas escuelas de andinismo. Gente dura que se gana la vida con gente como nosotros, guiándonos a través de un laberinto de glaciares hacia los seis mil metros de altura. Evaristo parece un pragmático, no da muchas concesiones al refinamiento y creo que le da igual si la montaña es hermosa, salvaje, dramática o acogedora, está con nosotros para ganar dinero, lo cual no es reprochable.

El refugio, a esta hora, es un ajetreo de gente somnolienta manejando cuerdas, arneses, crampones…. Apenas sorbo un poco de café y salgo al exterior. Hace frío, mucho frío y sopla su aliado el viento, está nublado y nieva. –Evaristo, ¿crees que mejorará?. Nos ponemos los crampones, se me enfrían las manos, me vuelvo a preguntar ¡qué hago aquí!. Pienso, mejor no pienso, me dejo llevar, me falta poco para renunciar y volver al saco calentito, a la plácida calidez de mi jergón en el hosco pero ahora acogedor y amable refugio. Voy para adelante, como muchas decisiones en la vida en el llano, tienes apenas unos segundos para decidir si continuas o no hacia adelante. Las cordadas que nos preceden están ya muy altas, parecen luciérnagas revoloteando en la oscuridad. Las nubes comienzan a rasgarse, aparecen estrellas, miles de estrellas, la Cruz del Sur…

Poco a poco el alba comienza a iluminar la montaña, parece un hermoso cristal resplandeciente, las manos se me hielan, se calientan, se vuelven a helar…amanece, ¡qué alegría de sol, alcanzamos la antecima a seis mil metros, estoy emocionado. Oleajes de montañas dan profundidad al paisaje hacia la selva misteriosa. El glaciar parece un pastel cremoso con la luz de los primeros rayos, atravesamos grietas profundas y oscuras como el averno…, el calor se adueña del glaciar y nos hundimos en la bajada…, llegamos exhaustos al refugio.
Huyana Potosí. Andes de Bolivia. 2012
Faustino Rodriguez Quintanilla (C) Texto y foto.

 

15 Oct

NAVEGANDO POR EL SAHARA.

Algún lugar en el “Plateau” o Meseta de Tademait. Ruta Transhariana. Argelia.

1986, éramos muy jóvenes y teníamos todo el tiempo del mundo y un mundo por descubrir. Nuestro “R-4”, el famoso “cuatro latas” atravesaba libre entre los mares de dunas y las vastas mesetas calcinadas, las solitarias “hammadas” y los grandes “platós” como el de Tademait, miles de kilómetros cuadrados de arenas y vacíos absolutos.

No había GPS ni se le esperaba ni ningún artilugio “vía satélite”, tampoco existía “Google Maps” ni invento remotamente parecido. Un viejo mapa “Michelín” y una anticuada “Guía Práctica del Sahara” eran nuestra única documentación. Como clara y vital referencia de “estar en la ruta” teníamos que seguir el rastro de antiguos bidones de gasoil estratégicamente colocados cada diez kilómetros a modo de balizas y con la inscripción “TAM”, esto es, Tammanrasset, el mítico oasis hacia donde nos dirigíamos, un cruce de caminos en las rutas hacia África Negra. Despistarte y perder el seguimiento de estas “balizas” podría suponer perderse en estos mares… . Fueron días de extrema soledad, de cielos azules y estrellados y de noches sin luz, de risas, de hambrunas y de vino “tetra brick”, fueron días de suprema libertad.

Faustino Rodriguez Quintanilla © Texto y Foto.